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El porqué es algo que la sociedad aún trata de descubrir y entender, pues no parece lógico que las entidades de crédito comenzaran una comercialización, cuanto menos imprudente y descontrolada, de productos de tan elevado riesgo y complejidad como las participaciones preferentes y los swaps. Como tantas cosas en esta vida, una cuestión tan importante sobre un tema tan complejo tiene una respuesta clara y sencilla: los intereses propios (de cada agente del mercado).

Pero no todo queda ahí, pues siempre han tenido esos intereses y no han llevado a cabo tales prácticas. Entonces hay que plantearse el porqué de esa nueva forma de buscar el beneficio, es decir, que llevó a las entidades financieras a, tras tantos años de servicios a la sociedad, cambiar la buena praxis por la comercialización de estos productos. Para solucionar esta cuestión hay que plantearse más detenidamente los motivos y objetivos de este cambio de conducta de los bancos.

Debemos remontarnos unos años atrás, concretamente a los orígenes de la tan renombrada crisis que ha asolado la economía mundial en los últimos años hasta llegar a finales de 2008 cuando la quiebra del gigante Lehman Brothers trae consigo un hundimiento de la banca a nivel mundial. Esto provoca una gran desconfianza en los mercados financieros, donde impera el miedo a la insolvencia de unas y otras entidades, reduciéndose los flujos de préstamo de dinero entre ellas, encareciéndose el coste de financiación y subiendo con ello los tipos de interés. A esto se une una incertidumbre y preocupación a nivel internacional que hace que los principales gobiernos se comiencen a preocupar por la falta de confianza imperante en los mercados. Presos del temor a una hecatombe financiera comienzan las políticas intervencionistas. Así se aumentan los requerimientos de capital de las entidades financieras para aumentar la seguridad de las entidades y evitar nuevas caídas que pudieran provocar riesgos sistémicos.

Esta situación de presión legal para la obtención de capital no puede llegar en peor momento para las entidades de crédito, pues coincide con el encarecimiento de los recursos tanto propios como ajenos, lo que hace inviables tanto los mecanismos comunes de financiación como las ampliaciones de capital en el mercado. A todo ello se une la negativa del gobierno a la inyección de dinero público en estas entidades. De forma que las esperanzas de muchas entidades son casi nulas al no encontrar una forma alternativa de captación de recursos propios, es así como surge una vía de escapatoria para las entidades con mayores problemas, las participaciones preferentes. Estos productos financieros, casi desconocidos hasta el momento, se caracterizan por su parecido, a grandes rasgos, con los bonos. Pero la gran diferencia entre ambos y que, en mi opinión, ha dado lugar a la falta de liquidez y ha afectado a tantos consumidores es su carácter perpetuo, por el cual computan como fondos propios.

¿Pero ciertamente el Estado trató de evitar el rescate bancario? ¿Realmente se evitó la inyección de dinero público? Analizando críticamente la situación la respuesta parece claramente no. Los diferentes organismos del Estado permitieron el rescate encubierto de las entidades mediante la emisión de instrumentos de deuda que permitieran a los bancos obtener el dinero de los ciudadanos. Claro está que esta opción era la más adecuada para el Estado, que con esta operación sale impune logrando su objetivo: que no se hunda el sistema financiero y que los ciudadanos arreglen con su dinero el desastre.

¿Es por tanto el Estado corresponsable de este “engaño consentido”? Obviamente sí. En cuanto que:

  • con su intromisión en los mercados llevó a cabo una política ultraexpansiva que es sin duda uno de los alicientes que llevó a la crisis financiera.
  • Una vez inmersos en esta crisis el mayor requerimiento de Capital por parte de los gobiernos europeos agravó aún más la situación.
  • Y no protegió a los consumidores de manera suficiente ante una comercialización abusiva de productos financieros complejos. Probablemente con la intención de ahorrarse el “mal trago” de ser el autor directo de la inyección dinero público a la refinanciación de bancos. Todo ello sin perjuicio de ser coparticipe indirecto de esa obtención de fondos.

 

El mayor requerimiento de capital permite que las entidades puedan hacer frente a mayores pérdidas con sus recursos aumentando la seguridad y estabilidad del sistema financiero en su conjunto.

Siendo el primer detractor de los rescates bancarios por su carácter injusto e intervencionista que sólo fomenta conductas irresponsables, he de decir que si se iba a realizar debía haberse hecho lo antes posible y no alargarse en el tiempo. Además hay que señalar que el intervencionismo desproporcionado y tardío elevando los requisitos de capital no hizo más que aumentar el riesgo.

Es claro el cambio de tendencia ante esta práctica: antes de esta fecha Manuel Conthe, el presidente de la CNMV de 2004 a 2007, logró que se paralizasen varias emisiones advirtiendo de lo inadecuado de su comercialización. Posteriormente se mantuvo una postura de pasiva que permitió la comercialización masiva de estos productos.

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