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En las últimas semanas los españoles están siendo víctimas de un incesante bombardeo de publicidad política tanto a favor como en contra del aborto, en el que se esgrimen miles de argumentos para una y otra postura, algunos bastante elaborados y otros más bien propios de lúgubres tabernas. Se habla de derechos y de libertades, pero se obvia (porque en esta lucha política no interesa) el factor clave y determinante: la biología. Y es que lo que debería ser un debate científico se ha trasladado a un nivel político que poco puede aclarar.

Yo, personalmente, no me considero próvida ni pro aborto, es mas ni siquiera tengo una postura frente a este tema, pues me mantengo a la espera de una aclaración científica que me permita posicionarme en su favor o en su contra, ya que la clave de todo esto es saber si el feto es, o no, un ser humano.  De serlo, teniendo en cuenta que el derecho a la vida está por encima de cualquier derecho, no debería permitirse el aborto salvo que haya en juego otro bien jurídico de igual o mayor valor. Y, en este caso, no existe un bien jurídico superior sino solo otro de igual valor, que sería la vida de la madre, y solo la vida, nunca la libertad de elección sobre su cuerpo como algunos pretenden defender.

  • Así, siendo el feto un ser humano y comprendiendo que la vida es un bien jurídico por encima de cualquier otro, el conflicto sobre el aborto no tendría lugar al resultar claramente contrario al derecho a la vida y, por tanto, ilegal. De modo que, obviamente, no cabría regular nada al respecto.
  • Ahora bien, si la ciencia indica que no se puede considerar al feto como un ser humano el aborto debería ser totalmente libre, eso sí, nunca jamás gratuito como pretenden exigir, absurdamente, algunos. Y sí, es una petición absurda, pues no existe motivo alguno para que nadie decida sobre su cuerpo costeándoselo con el dinero que otros aportan al Estado, ya sea voluntaria o coactivamente.

Pero por desgracia aún carecemos de esa conclusión científica que arroje la luz suficiente para clarificar este debate. Ante esto no se puede adoptar una postura a favor o en contra del aborto dado que se desconocen los derechos en juego. Pero si se pueden alcanzar unas conclusiones claras y desmontar el carácter absoluto que pretenden dar a ambas posturas:

  • En primer lugar, hay que afirmar que la validez del argumento “Decido sobre mi cuerpo” está totalmente supeditada a la condición no humana del feto. Pues está amparado en la libertad de las mujeres, que nunca jamás puede ser un bien jurídico válido ni suficiente para superar la defensa de la vida de un ser humano. Quedando relegado únicamente a la hipótesis de la no condición de ser humano del concebido no nacido.
  • Por otro lado está claro que nuestro ordenamiento ya prevé ciertas restricciones a la libre disposición del propio cuerpo basadas en normas ético-morales y jurídico-sociales, que personalmente desapruebo al considerar que todos los individuos deberían ser libres, bajo su responsabilidad y en el respeto de los derechos de terceros, para hacer lo que bien convengan. Mi desaprobación de estas normas no solo se basa en su carácter restrictivo, sino en la motivación de dichas restricciones que no tiene otra fundamentación que un pacto social y moral impuesto al individuo. Por tanto no se puede aceptar que se restrinja el derecho de una mujer a disponer de su propio cuerpo y una prohibición del aborto no puede estar justificada por la moral y creencias (generalmente religiosas) de una serie de individuos sino en la defensa de un bien jurídico superior. De manera que si el feto no tiene consideración de ser humano no se debería restringir de manera alguna esta libertad.
  • Pero, para concluir, hay que poner de manifiesto que en el caso del aborto existe algo muy importante que muchos pretenden obviar: una relación causal entre los actos de la embarazada y el origen del embrión humano. Esta relación causa-efecto si podría ser una justificación válida y suficiente para dar origen a una responsabilidad sobre la  potencial vida humana que se está gestando pudiendo significar la restricción del derecho a decidir sobre el propio cuerpo siempre que el feto tenga consideración de ser humano.

Y es este hecho de obviar las responsabilidades y afirmar las libertades lo más peligroso de este debate, pues es de necios predicar libertades sin asumir las responsabilidades que se puedan derivar de los propios actos realizados libremente. Así, la argumentación vacía, no sopesada, de la libertad de disposición sobre el propio cuerpo sin la asunción o estudio de las posibles consecuencias de los propios actos no supone otra cosa que un obstáculo más en el pedregoso camino hacia la libertad. Por lo que a toda persona que realmente desee una libertad real y basada en el respeto a los demás individuos no le queda más que esgrimir su propia postura desde una actitud desconfiante de esas personalidades que, falsamente, afirman actuar a favor de la libertad. Más aún cuando gran parte de ellos son defensores del intervencionismo público y restricción de las libertades de los individuos en numerosas materias (sobre todo si hay posibilidad de alimentar al superdesarrollado Estado).

En conclusión, se puede afirmar que nos encontramos ante un debate científico que aún no tiene una respuesta y del que algún que otro, cual buitre, pretende sacar un jugoso partido. Ante estos numerosos intereses, los ciudadanos debemos ser fuertes  y críticos frente al bombardeo político y no dejar que se nos manipule en un tema tan trascendente.

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